Fue el Madrid de la Champions, el que surge cuando el balón tiene estrellas, cuando el ambiente está cargado de algo más que de la tensión rutinaria, el de la emoción, garganta sobrecogida, sangre helada pero hirviendo, sublimación en su físico sentido, el que mejores recuerdos deja en la memoria. El Madrid de la Champions reaccionó a un imprevisto temprano, accidente, sobreescritura del guion, un cambio de agujas en la vía sobre la que quería hacer circular el partido.
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